Urban Journalism Institute
Municipal Times Journal

«LOS FEMINISMOS SON LA ESPERANZA DEL MUNDO»

Carolina Cosse es la intendenta de Montevideo. Es uruguaya y preside por un año Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU). 

¿Por qué es relevante que las ciudades hablen sobre el futuro? 

Es muy importante que las ciudades se junten orgánicamente. En general, a uno le parece que los problemas que tiene como alcalde, como intendente, los tiene solo uno mismo. Y a mí esta sensación se me pasó cuando participé en grupos con alcaldes de los más diversos lugares de los Estados Unidos, de Europa, de África, de América Latina, porque al final del día a todos nos aprieta el zapato en el mismo lugar o en lugares muy parecidos. Entonces hay ahí un tema de cercanía que nos impone el trabajo y la exigencia de responder a las necesidades del agrupamiento de personas. Es muy importante que las ciudades tengamos muchos ámbitos donde compartir experiencias, colaborar y ser verdaderamente productivos.

En estas cooperaciones reales, CGLU adoptó el Pacto para el Futuro de la Humanidad en octubre del año pasado. Es la primera vez que la organización se declara una organización feminista. Y en este colectivo del que usted hablaba, ¿qué valores del Pacto se destacarían desde los feminismos? 

Los feminismos son la esperanza del mundo y yo recomiendo la lectura de este Pacto. Hay que leerlo porque es un documento no muy extenso, pero profundo, denso, muy bien hecho, que tiene tres ejes principales alrededor de un núcleo que son los cuidados. Y los cuidados se despliegan en tres grandes ejes: cuidar a las personas, cuidar al planeta, cuidar la democracia.

Usted ha mencionado ahora que los feminismos son esperanza, y también ha afirmado en otra ocasión que las ciudades son continentes de esperanza. Pero ¿hay esperanza? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué aportan las ciudades a esta esperanza colectiva? 

Sí, hay esperanza. Y para encontrarla no hay que mirar lejos, hay que mirar bien cerca de uno, bien cerca. Estamos hablando de política y los que estamos en una parte de la política, que ejercemos responsabilidades colectivas, estamos conminados a seguir un rumbo en honor del sacrificio que hacen todos los demás durante todos los días de la vida, que es muy dura. De esto formamos parte. Hay esperanza y hay que darle un lugar. 

¿Cómo se imagina que serían estas ciudades del futuro para la gente a la que usted sirve?  

La ciudad que yo querría es una ciudad en la que siempre vas a poder encontrar tu lugar. Hay un lugar para vos en la ciudad del futuro. No hay hambre. No hay frío. Hay muchas reuniones, hay discusiones, hay compromiso con la vida. 

Si pudiéramos transportarla hasta el futuro para que hablara con las generaciones futuras, ¿qué les diría? 

Les preguntaría qué tendría que haber hecho distinto. 

¿Cómo tendría que ser el sistema internacional-nacional del futuro para que facilitara esta ciudad tan especial que nos menciona? 

Valientemente franco, honesto y dominado por la gente. Yo siento a veces que, en el imaginario colectivo de los seres humanos, está que los gobiernos mandan, cuando en realidad los gobiernos tienen que ser mandados. Eso sería una buena democracia. 

¿Cómo se imagina que podrían responder a esto esas Naciones Unidas del futuro? Quizás no tengan que estar formadas solo por los países. 

Quizás no. Tendrían que participar los países, las ciudades, la sociedad civil, todos. 

¿Qué significa traer a las personas hasta el centro y ponerlas en la decisión de lo global? ¿Y cómo lograr que para las personas sea relevante la discusión internacional? 

Yo creo que lo que nos tiene que preocupar es que la gente se interese por la política. La gente se interesa por los temas de la realidad y por eso las organizaciones sociales, feministas, de trabajadores, de profesionales, las de barrio, funcionan cada vez más y eso está muy bien, porque la gente organizada es siempre mejor que la gente aislada. 

El sistema político tiene que ser valiente y dar lugar a la gente joven. Ser más valiente y escuchar a los viejos de la sociedad, no a los viejos del sistema político, que los quiero mucho, sino a los viejos de la sociedad, que llevan una vida ahí y que aprendimos durante la pandemia cómo nos necesitamos los unos a los otros. Todos tenemos que hacer un esfuerzo. La política, de abrirse mucho más, de darse un baño de humildad todos los días; la sociedad, de empezar a preguntarse: ¿será tan mala la política? 

Y si es mejor la sociedad organizada que la aislada, ¿son mejores los gobiernos locales organizados que los desorganizados?  

Totalmente. Sí, claro. Todo nos conduce a CGLU. 

¿Qué se puede hacer para cambiar nuestra relación con el planeta y cómo nos imaginamos esa nueva relación? 

Bueno, capaz que ahí nos faltan capas de información. Ahí hay un mundo que desconocemos, del que participamos, sí, pero es como si fuera la punta de un iceberg el lugar en el que participamos. Abajo hay todo otro mundo que manejan, no sé, ¿200 personas?, ¿500.000?, ¿un millón? Por eso es tan importante la política, porque cuanto más nos involucremos en la toma de decisiones, quizás quienes están manejando el mundo tengan un problemita y puedan empezar a escuchar un poco más.  

¿Cuál es el valor de los servicios públicos para recuperar la fe tanto en la política como en quien la gobierna? 

Soy afortunada, porque mi país ha valorizado históricamente lo público desde sus inicios, yo diría, y fundamentalmente a partir de la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, tenemos una empresa de telecomunicaciones líder, pública, propiedad del Estado. La empresa de electricidad es pública, la empresa del agua es pública, propiedad del Estado. Cuando todo el mundo vendía sus empresas públicas, Uruguay hizo un plebiscito y decidió no venderlas. Mis hijos fueron a la misma escuela pública a la que fui yo. Me formé en la universidad pública.  

Ahora, como intendenta, tengo también la fortuna de descubrir el maravilloso potencial de los espacios públicos, que también revisitamos todos los seres humanos en la pandemia y revalorizamos. El espacio público que no es tuyo, no es mío y sin embargo es de todos. Y eso no se puede confundir con el «no es de nadie», porque si no es de nadie, no lo cuido. Es de todos, lo tengo que cuidar porque mañana viene otro y se sienta en el mismo lugar que yo. Los intendentes deberíamos cuidar en ese sentido.  

¿Cuál cree usted que debería ser la hoja de ruta para llevar los bienes comunes a la discusión del futuro? 

Los productos que proveen los bienes comunes son la base material para construir cualquier futuro: telecomunicaciones, agua, energía, cultura, espacio público… Sin eso es muy difícil construir el futuro. 

En el complejo sistema internacional en el que estamos, ¿cómo será liderar desde su lugar una organización de ámbito mundial?  

Para mí es un enorme desafío. Nada empieza con uno. CGLU no empieza con uno. Es una organización que ya tiene muchos años. Es una organización longeva, con un gran equipo que la maneja muy bien. Justamente y sin meternos en la complicación de la política internacional, ser un ejemplo, con la defensa de la paz, de la democracia. El Pacto dice la democracia. No nos resulta indiferente si un régimen es democrático o no. 

Yo no sé de qué partido son ni qué orientación política tienen los alcaldes que están conmigo, ni me interesa. Lo que tenemos en común es nuestro trabajo del día a día, y que, al final del día, tenemos no solo problemas sino vivencias muy similares, incluso iguales.