Por Claudia López, alcaldesa de Bogotá
El avance de la degradación ambiental, junto con las tendencias globales que oprimen, segregan y perjudican a nuestras comunidades nos colocan ante la reflexión fundamental que impregna el Pacto para el Futuro de la Humanidad: ya no se trata solo de ampliar lo público, sino de reestructurarlo.
Reestructurar lo público supone, fundamentalmente, situar los bienes comunes, aquellos esenciales para la vida, en el centro de la persona. Es reconocer, por parte de todos los actores, que lo común que une a todas las personas es lo que vertebra nuestras sociedades, lo contrario de la apropiación, lo que no pertenece a una sola persona.
Situar los bienes comunes en el centro implica la necesidad de replantearnos el crecimiento, el desarrollo y el progreso desde los puntos de vista de la redistribución, la descentralización, la recuperación de los bienes comunes esenciales y la redefinición de los cuidados. Es necesario revisar y reparar las relaciones de poder desequilibradas y empoderar a las comunidades, y adoptar una arquitectura adecuada de financiación e inversión, que puede hacer que las comunidades tengan acceso a los recursos e inversiones necesarios para desarrollar su capacidad de gestionar y proteger los bienes comunes de forma sostenible.
Para avanzar hacia una sociedad que nos cuide, debemos cambiar la forma en que nos vemos, en que nos relacionamos entre nosotros y con el planeta, y entender nuestra relación económica no en términos únicamente de PIB, sino también encontrando maneras de incorporar la sostenibilidad, la naturaleza finita de los recursos planetarios y la manera de cubrir las necesidades de las personas.
La gobernanza de los bienes comunes debe ser fundamentalmente diferente a cómo nos gobernamos en la actualidad. Debemos cocrear políticas que protejan y cuiden a todas las poblaciones, que extiendan la protección social a todas las personas, incluyendo a quienes prestan cuidados, que a menudo son mujeres y viven y trabajan de manera informal. La agenda común, la protección de los bienes comunes, pasa por incorporar una perspectiva feminista a la forma de gobernarlos, y gobernarnos. El lugar que encontremos para los cuidados y para proteger a las personas que nos cuidan en nuestros futuros procesos de toma de decisiones determinará de qué manera prosperaremos como comunidad global.
Esta nueva forma de gobernarnos pasa por ser inclusivos en la toma de decisiones, desde todos los lugares. Debemos incluir a las personas, a las comunidades locales en la conversación sobre las dimensiones de la vida cotidiana. Esto supone cocrear y cogobernar la salud, el agua, la vivienda, los cuidados y la protección social, junto con las personas a las que afecta directamente. Hablamos de atender a las necesidades específicas y contar con los conocimientos de las personas mayores, de las jóvenes, de las poblaciones indígenas. Esto implica rechazar la idea de que ciertos elementos como el agua, la tierra, etc. son recursos que se pueden usar para obtener ingresos y, por tanto, explotar. Es un paso audaz que hay que dar para poner en valor los bienes comunes.
Los gobiernos locales no pueden defender los bienes comunes por sí solos, y esta es una realidad que reconocemos. Necesitamos, más que nunca, alianzas entre todas las esferas de gobierno y con todos los actores para transformar la toma de decisiones de una manera que incluya a todas las personas.
Es clave transformar la arquitectura de gobernanza actual en una que defienda los bienes comunes, tanto en su dimensión local como global. Necesitamos vincular diferentes esferas del gobierno y la sociedad civil para crear alianzas y garantizar la participación. Debemos reconocer la corresponsabilidad entre los sectores público y privado para velar por una participación igualitaria en este proceso, prestando especial atención a salvar las brechas de género, raza, clase, capacidad y edad que atraviesan la dinámica de poder actual. Solo así podemos crear un mundo más justo, más igualitario y que tenga en el centro a las personas y no al beneficio.