Por Carolina Cosse, presidenta de CGLU y alcaldesa de Montevideo
La situación de policrisis que vivimos ha contribuido a deteriorar la confianza entre poblaciones e instituciones: una creciente desconfianza y una ruptura —política, social y emocional— que amenaza el contrato social, e incluso afecta a cómo entendemos lo que es verdad y lo que no. Sin confianza en nuestras realidades diarias, la rápida difusión de noticias falsas y teorías conspiratorias genera confusión e incertidumbre, lo que siembra el miedo y allana el camino para la manipulación y el odio. Esto, como estamos viendo lamentablemente en muchas ciudades del mundo, puede (y acaba) derivando en violencia.
En Nuestra Agenda Común, el secretario general de las Naciones Unidas pide una movilización extraordinaria para poder fomentar la confianza, renovando la forma en que nos gobernamos para romper esta espiral negativa y construir un mundo que funcione para nuestras comunidades.
Nuestro colectivo de gobiernos locales y regionales comparte este deseo de renovar la confianza a nivel global, y entiende que esto no puede conseguirse sin abordar, de manera clara, la renovación del sistema multilateral para que esté basado en realidades locales. Debemos cambiar los modos de gobierno y acceso a la política. Los gobiernos locales y regionales y sus redes tenemos el compromiso de transformar ideas —como el gobierno multinivel y la gobernanza cooperativa— en realidades tangibles en todo el mundo. Estamos dispuestos a redefinir el liderazgo y a cambiar las reglas del juego para que nuestros ciudadanos se vean reflejados en ellas.
Las asociaciones de gobiernos locales y regionales son, y seguirán siendo, un actor clave para posicionar los derechos humanos como elemento central. Somos actores centrales, contenedores ante la pérdida de derechos en muchas partes del mundo. Somos clave para abrir asociaciones y espacios para la participación de aquellos actores no estatales para alzar las voces de nuestras comunidades. De esta forma, podremos estrechar lazos y asegurar que los temas que importan están en el centro de las discusiones, construyendo puentes entre realidades locales y tendencias globales.
Entre estos esfuerzos está, también, el de oponerse a discursos extremistas que amenazan la integridad física de líderes electos y electas. Es necesario fomentar la cultura democrática de la ciudadanía para, a su vez, ser capaces de proteger a sus representantes. Esto nos conmina a volver a poner en valor la democracia local, y a situar a las instituciones al servicio de nuestras poblaciones. Es la única manera de construir una paz sostenible con nuestras comunidades.
Transformar la actual estructura de gobernanza conlleva ampliar la agenda del sistema de gobernanza internacional. Necesitamos reformas concretas que reflejen las realidades locales, con los derechos humanos como elemento central, y con todos los actores no-estatales como aliados en la mesa de toma de decisiones. Hacemos nuestras las conclusiones de la Junta Asesora de Alto Nivel sobre Multilateralismo Efectivo, en el que se aboga por la importancia de otorgar de estatus formal a las ciudades en procesos multilaterales, fomentar la igualdad de género y la participación de las personas jóvenes, y transformar las instituciones para representar a las generaciones actuales y futuras.
Podemos y debemos reformar las instituciones para representar al 50 % de la población que sistemáticamente es ignorada. Transformar la gobernanza para restaurar la confianza implica, por supuesto, acercar el feminismo a las estructuras de gobierno internacionales para transformar las relaciones de poder y el diseño de instrumentos legales. Es importante que los movimientos feministas dejen de ser un instrumento de resistencia y sean parte activa en la construcción de legislación internacional. El movimiento feminista municipalista internacional, encarnado por CGLU, trabaja para que las reivindicaciones de las mujeres se sistematicen y se garanticen sus derechos, incluyendo en términos de representatividad en las instituciones.
La próxima Cumbre para el Futuro, que se celebrará en 2024, constituye una oportunidad para impulsar la renovación de la gobernanza y la confianza. A través de nuestro Pacto para el Futuro de la Humanidad, los gobiernos locales y regionales proponemos un mundo que restaure la relación entre comunidades, planeta y gobierno. Nuestra estrategia para desplegarlo a lo largo de los próximos años es vital para alcanzar un mundo más justo para todas las personas.